HELENA PRODUCCIONES / CALI -COLOMBIA
TALLER LADRILLEROS- JUANCHACO Y LA BARRA
http://www.helenaproducciones.org/taller_juanchaco_11.php
https://www.youtube.com/watch?v=QBu46i-I4VU
https://www.youtube.com/watch?v=QBu46i-I4VU
LOS PERRORISTAS
(Yonamine Miguel - Edinson Quiñones - Samuel Tituaña)
POKER-MAN
(Yonamine Miguel - Edinson Quiñones - Samuel Tituaña)
POKER-MAN
Es una intervención efímera en el espacio público
como producto de varios encuentros. El primero se dio entre artistas (Yonamine,
Edinson Quiñones y Samuel Tituaña) provenientes de diferentes experiencias
colectivas e individuales, de heterogéneas escenas y diversas plataformas
artísticas. Esta conjunción por un momento provocó un escenario a partir del
cual se buscó, sin que fuera una intención preestablecida, trastocar los
parámetros autorales de la producción artística en los que prima la producción individual. El
ritmo de este espacio de producción generó esa inquietud de por qué no,
una obra colectiva, que plantee el encuentro de formas de trabajo y de pensar distantes
y con distintos.
Los autores
Esas inquietudes en algo aportaron a este encuentro de experiencias: el
poder trabajar con base en las diferencias, exaltarlas y controlarlas en
determinados momentos, utilizarlas acorde con las necesidades individuales y
saber por un momento que el arte no se concreta sólo en un objeto estético e
individual sino que el proceso y un proceso inconcluso también son válidos y
posibilitan múltiples referencias de trabajo.
Podríamos decir que esta experiencia entre
presencias y ausencias se constituyó en un ensayo artístico. El segundo
encuentro se dio a partir de recorridos, diálogos y ejercicios libres de
creación, con escombros y residuos de basura de la playa de Ladrilleros. Estos
ejercicios, en un principio, se plantearon como posibles herramientas de
acercamiento e inserción en las dinámicas e imaginarios socioculturales de esta
localidad. El haber generado estas rutinas de trabajo y presencia en el ámbito
de lo público y lo privado generó inquietudes y facilitó entablar
conversaciones con personajes que construyen parte de las identidades de la
comunidad. Voces que no son las autorizadas u oficiales por una serie de
conflictos y tensiones provocadas por el encuentro de diversos componentes
humanos y culturales: indios, afros, mestizos, turistas, quienes a partir de
sus lugares de enunciación disputan sus formas de representaciones simbólicas y
políticas, sus costumbres y tradiciones.
Esta diversificación de los componentes
socioculturales y humanos dificulta la aprehensión de su contexto a simple
vista o de una sola mirada. Estos síntomas además van determinando hitos
físicos, inmateriales y mentales constituyéndose en referentes para que los
transeúntes puedan movilizarse. Esto es lo que Eduardo Kingman Garcés llama
mapas mentales. “Esos mapas definen recorridos, hitos, fronteras, en parte
reales y en parte imaginados”(1). Y parte de nuestros recorridos
transitaron entre lo real y lo imaginado, y a partir de allí nos dimos la
licencia para especular.
En los recorridos se acumularon varias interferencias
que nos ayudaron a comprender el lugar y accionaron como nodos para insertarnos
en la trama del lugar. Una de estas fueron los acantilados, la casa e imagen
fantasmagórica de Tocayo Santiesteban, vendedor de conchas y piedras. Ubicado
en el acceso principal a la playa. Además, y según varias versiones de los
vecinos, Tocayo es descendiente del primer colono de Ladrilleros. A este
encuentro y diálogo se sumó la imagen recurrente de la cerveza Poker,
compartida en algunas tabernas tradicionales del sector con varios habitantes
de la comunidad. La imagen de esta bebida generó varias inquietudes, una de
ellas por el juego, el azar y lo aleatorio que plantea para descifrar un
momento de la existencia. Esta interpretación, prestada o apropiada hizo que decidiéramos
relacionar y hacer dialogar dos elementos: el rostro de un personaje local,
Tocayo, y el logotipo de esta bebida de consumo masivo. Luego se llevó a cabo
un tercer ejercicio libre en las paredes de los acantilados usando materiales
orgánicos, como la arcilla del mismo sitio, para no afectar su ecosistema. A
este ejercicio se sumaron turistas y habitantes de la comunidad. Después de
esta experiencia se planeó una intervención pictórica de carácter monumental
con los elementos antes mencionados (Tocayo y Poker). Finiquitada la
apropiación y uso de las imágenes nos conectamos con otro personaje, Óscar
Barandica, un llegado al sector, como él mismo se define, hace veintitrés años.
De él pudimos conocer varios de sus oficios: artesano, electricista, navegante
y participante de la escuela de saberes de Helena Producciones. Óscar aportó
los recursos técnicos: poleas, arneses, lazos y cascos de seguridad para la
intervención, y brindó varios datos históricos en torno a la construcción del
sector social y cultural de Ladrilleros.
Ariel Corrales es otro referente con el que
dialogamos. Llegamos a él a través de los rumores de los vecinos y del
transitar por las rutas del sector. Ariel es artista, taxidermista, artesano.
Su tienda artesanal contiene un curioso proyecto: el Primer Museo Marino del
Pacífico. Amablemente nos invitó a conocer su trabajo y a manera de un guía
de museo compartió con nosotros su colección arqueológica, entre las que hay
serpientes, esqueletos de delfines, cachalotes disecados, cráneos de diversos
animales etc. Finalizada la guía el grupo de trabajo acordó invitar a Ariel
para que forme parte de la intervención en el acantilado, pero él no aceptó
debido a sus múltiples ocupaciones y falta de tiempo, así que le encargamos la
realización en madera calada el retrato final de Tocayo Santiesteban, con el
objetivo de reproducirlo a mayor escala en la pared del acantilado.
Estos tres encuentros provocaron lecturas y
especulaciones acerca de la construcción del tejido social y cultural de este lugar,
así como inquietudes que nos incitaron a continuar buscando otras historias,
mitos y memorias de los primeros colonos de la comunidad. Por ejemplo, el
Viche, aguardiente tradicional del sector, compartido y analizado en una de las
tabernas populares, de propiedad de doña Bethy Santiesteban, donde ella nos
dice que Evelio Santiesteban es el primer colono de Ladrilleros. El esposo de
Bethy, aparte de contarnos varios relatos, nos dejó revisar un libro sobre los
mitos de la cultura afro basados en su oralidad. En esta misma conversación los
hijos de doña Bethy comentaron sobre Evelio, de más de ochenta años de edad,
según los datos mencionados en el relato. A más de esa información nos llevaron
a la casa de Evelio y pudimos charlar con él varios minutos. Afirmó tener
setenta y siete años y haber llegado a estas playas los primeros años de la
década de los cincuentas. En esta misma conversación comentó sobre por qué del
nombre de Ladrilleros: según él, se adoptó por un operativo militar denominado
Ladrilleros.
De estas experiencias de recorrer, de entrar y
salir de la dinámica social de la comunidad, así como de diversas historias
contadas oralmente por estos personajes, observamos que Tocayo se tornó en uno
de los ejes con el cual, podemos decir, empezamos a conocer -e intentamos
reconstruir con nuestra visión externa y transitoria- una de las tantas
historias y memorias que hacen más compleja la comprensión de la composición
social de Ladrilleros. De la misma manera, pudimos interpretar a Tocayo a
partir de su silencio extremo como un sujeto crítico ante los conflictos y
tensiones de la mixtura social a la que está sometida Ladrilleros, lugar que
crece y se disputa el uso del espacio y las representaciones simbólicas y
políticas y por la economía en aumento. Esta composición tensionante se da,
según nos contó Óscar, porque hay varios componentes humanos y culturales:
indios, negros, colonos, nativos, llegados y turistas. Diversidad que también
multiplica una serie de oficios y espacios laborales de carácter informal que
se disputan la circulación de los productos locales, como artesanías, la
gastronomía, el turismo, materiales de construcción y los productos externos
que son más de consumo global y urbano. Este diálogo también lo pudimos
apreciar en el cruce de creencias religiosas: entre el catolicismo, la iglesia
evangélica y los contenidos más ancestrales de las comunidades indígenas y
afrodescendientes.
Este proceso realizado en la primera mitad del workshop
y el hecho de estar inmiscuidos un tanto en la cotidianidad del lugar nos
abstrae de las otras reacciones que provocaba el mismo proyecto en la gente.
Por ejemplo, un día pensaron que en la carretilla llevábamos una persona muerta
y que lo íbamos a botar en el mar; otra reacción fue aquella de confundirnos
con geólogos e ingenieros, y que estábamos realizando estudios del suelo. Sin
embargo muchos de los turistas y nativos se sumaron a varios de los ejercicios,
sobre todo a la experiencia de pintar en los acantilados con la arcilla, en su
mayoría niños y jóvenes que empezaron a dejar imágenes de animales marinos,
entre ellas la ballena yubarta. Sin embargo estas reacciones nos alejaban aún
más de las tensiones que provocaba el proyecto general en sí mismo: y debimos
entender que la población no es un sujeto pasivo si no que está atenta a lo que
entra, sale, se dice y no se dice en el entorno.
Samuel Tituaña
(1.) Ton Salman y Eduardo Kingman, Antigua Modernidad y Memoria del Presente. Culturas Urbanas Editores, Quito, 1999 (FLACSO sede Ecuador), Pág. 23.
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